jueves, 17 de octubre de 2013

Peninsulario y Llanto por las piedras de Baja California

Rubén Vizcaíno Valencia
Editorial: IMAC

En 1531, la reina gobernadora Isabel de Portugal, en Real Cédula dirigida a los oficiales residentes en la Casa de Contratación de las Indias en Sevilla, prohíbe el paso a las tierras conquistadas de “historias vanas y de profanidad, como son el Amadís y otras de esta calidad”, libro que según la novela de Cervantes, también leía Don Quijote. Romances y libros de caballería, y las imágenes de Amadís de Gaula, acompañan a los españoles que entran a un mundo hostil, extraño y maravilloso. Los libros prometen también países enigmáticos y fabulosos donde abunda el oro y ciudades “que flotan sobre las aguas de un lago encantado”.

Las novelas de caballería resumen todas las fantasías de la época, “los mares ardientes que están entre ´Tartaria e India´; los mares verde esmeralda; las ínsulas fantásticas, abundosas en riquezas, que tan pronto aparecen como desaparecen; los monstruos marinos; las serpientes aladas que cruzan el océano; los grifos; las plantas y árboles milagreros; los gigantes; las atrevidas amazonas; las ciudades maravillosas”.

Ciudades míticas perdidas, hechas de oro puro, como la ciudad de El Dorado que llegó a ser un reino, un imperio, un lugar legendario, o el de las Siete Ciudades como Cíbola y Quirivia, llenas de oro que despertó la sed insaciable de los conquistadores por el metal dorado de las nuevas tierras, inspiró a Garcí Rodríguez de Montalvo, que en Las Sergas de Esplandián, describe la tierra imaginada por Colón y la nombra California:
“Sabed que a la diestra mano de las Indias hubo una isla llamada California, muy llegada al paraíso terrenal, la cual fue poblada de mujeres negras, sin que algún varón entre ellas hubiese que casi como las amazonas era su modo de vivir… Sus armas eran todas de oro, y también las guarniciones de las bestias fieras, en que, después de ábrelas amansado, cabalgaban. La reina Calafia salida del mar. Armada ella y sus mujeres de aquellas armas de oro.”

De la imaginación y el mito nació California. Su antecedente se encuentra en La Canción de Rolando, siglo XI, que había dado el mismo nombre de Califerna a un pueblo mítico que va a rebelarse contra Carlomagno a la muerte de Rolando. Cristóbal Colón narra ya en la relación de su primer viaje la existencia de una isla habitada solamente de mujeres armadas con arco y flechas, muy cerca del paraíso terrenal y da noticia a Carlos V de una isla de amazonas, cubierta de oro y perlas. Cortés envía dos expediciones a descubrirla, la segunda toca tierra y encuentra ostras perlíferas y en la tercera expedición al Mar del Sur, en 1535, toma posesión de la isla sin nombrarla como California, al menos no en ese año. En 1542, el explorador Juan Rodríguez Cabrillo la denomina en su diario California sin que se pueda precisar el momento en que se le da el nombre con el cual ahora se conoce, cuya raíz se atribuye tanto a la palabra árabe khalifa como a una corrupción del persa Kar-i- farn, una “montaña del paraíso” mitológica donde vivían grifos.

Hay quienes refieren su etimología a los vocablos “cálida fórnax” a causa del clima extremoso de la región. Bernal Díaz del Castillo deja en la ambigüedad si California es isla, bahía o ensenada, dejando abierta la imaginación a lo misterioso y desconocido. Hasta 1590, California sólo es conocida por su nombre y ubicación, y es en el siglo XVIII, después de varias exploraciones, cuando se sabe con certeza que no es isla sino península, cuando California se convierte una conciencia en la mente de los conquistadores, un objeto de búsqueda.

Para Ignacio del Río “es probable que aquellos exaltados nautas que volvían a hacerse a la mar no buscaran otra cosa que el tesoro abierto de esa isla, tierra de amazonas”. Cosa no vista ni aun soñada, California nace como una isla que no se encuentra en ninguna parte, un lugar sin lugar, como la utopía de los jesuitas que la habitaron y la evangelizaron. Definida como península, siguió siendo un mito para los primeros que la colonizaron y lo sigue siendo para quienes se ahondan en la extraordinaria diversidad biológica del golfo de California, santuario marítimo, y ponen su pie por vez primera en la península que adquirió sus características actuales hace aproximadamente 4,5 millones de años.

Mucho antes de su descubrimiento, el mito de California era ya literatura, como lo es en Peninsulario, de Rubén Vizcaíno Valencia –maestro, poeta, novelista y promotor cultural–; testimonio de su amor a la península, la lectura del texto da cuenta de que conocía la historia y el mito. En los poemas Acuarela Celeste y En los Mares del Sur, está presente el Mar de Sur, como nombraba la cartografía de la época las costas del océano Atlántico. En Paraje retoma la idea que describe Las Sergas de Esplandián de que la península está cercana al paraíso terrenal:

Proa al sur,
a medio cielo,
destino:
el Paraíso

En poemas como La isla que flota sobre el mar, En la altura y Península, la tierra es un desierto que flota en el mar, un madero flotando erizado de espinas de la cruz misionera, un lagarto descomunal flotando entre el azul del cielo y el azul del mar, una balandra blanca que navega, recuperando el mito de libros de caballería de ciudades mágicas “que flotan sobre las aguas”. Específicamente en Juego da cuenta de los referentes que dan lugar al nombre (Cali/ Califa/ Californe/Calafia/ Cálida-Fórnax/ California), pero también de los que dan lugar al mito.

California:
Sergas de Esplandián,
Canción de Roldán,
la tierra más remota.

El autor de Peninsulario conoció también las características que determinan el comportamiento geológico de la península. En el breve texto de Islas Ancla da cuenta de que, formada por la falla de San Andrés, dentro de 50,000 años la península, convertida en isla, se desplazará hacia el norte, idea que reitera en California un día: “¿Quién puede decir,/ península,/ que un día/ no remarás a solas,/ llevándonos a cuestas/ hacia serenas lejanías?”. El poeta convierte el hecho geológico en otro mito:

Nadie puede decir
que te habita, California,
porque esta nave de piedra,
navega, navega,
y se sueña a sí misma
suspendida en el tiempo
……………………………
Rumbo a la eternidad

Los nombres adjudicados a la península fueron varios, Sebastián Vizcaíno la llamó Nueva Andalucía; Porter Cassanate la nombra Nuevo Reino de Aragón; Kino y Salvatierra le llamaron las islas Carolina, prevaleciendo el de California; el golfo de California fue llamado también Mar Bermejo y mar de Cortés. Rubén Vizcaíno conserva la primera denominación como espacio mitológico: “Mar Bermejo/ alcoba de aguas tibias/ de bestias fabulosas.” El poemario mantiene un aliento que es un paisaje de soledad en un archipiélago íntimo:

Islas
Islas como galeones abandonados.
Islas como tortugas desovando.
Islas como peces extraños de épocas remotas.
Islas como camellos asustados.
Islas como cuentos de hadas.
Islas como flores de loto.
Islas como serpientes enroscadas.
Islas madres,
rodeadas de islotes diminutos.

Le son familiares al autor la zoología mítica y la real, que da lugar a preguntarse dónde termina una y comienza la otra, avasallados por la fauna marina. Le son conocidos la evangelización y las misiones, los indígenas y los misioneros jesuitas.

Para Rubén Vizcaíno Baja California es un continente marginal de soledad marina; un cúmulo de islas como galeones abandonados, como tortugas desovando, como peces extraños de épocas remotas; una promesa emergiendo del fondo de las aguas azules del océano; arco de soledades labrado por las corrientes de los vientos y de los mares; fortaleza de piedra barrida por las tormentas; un bosquejo del Génesis en el segundo día de la creación; un mundo nuevo distinto de los otros, un misterio por develar, un dedo de Dios petrificado. Su poemario recrea el mito de la California remota, distante, lejana, antigua, sola e inmemorial.

En 1971, Peninsulario da lugar a un espectáculo teatral poético que dirige Alda Bustamante. El personaje central es Calafia, la mítica reina amazona, grande de cuerpo y muy hermosa, envuelta en lo maravilloso, creada y recreada en la literatura caballeresca. En 2013, en el marco de las Jornadas Vizcaínas, el Instituto Municipal de Arte y Cultura de Tijuana publica por vez primera el texto de Peninsulario. El paisaje no ha cambiado, el mito tampoco, aislada del resto del país por muchos años y con enormes extensiones de tierra aún impolutas, la ahora Baja California mantiene mucho de su condición insular “a la diestra mano de las Indias”.

Ruth Vargas Leyva


Playas de Tijuana: Recuerdos, historias y anécdotas.

Varios autores.
Editorial: IMAC



Como un baúl de recuerdos, se abre este libro que no tiene otro fin que el de celebrar la existencia en este lugar en que nos tocó vivir. Este alejado rincón de la patria donde se siente más ser mexicano y donde hemos decidido vivir y realizar nuestros anhelos, Playas de Tijuana. En estas páginas que desean revivir y conmemorar grandes y pequeños acontecimientos, todos valiosos, porque en conjunto, le han dado sentido y significado a nuestra existencia. Este libro que comenzó como un modesto sueño de dejar constancia de lo mucho que en Playas se hace y trabaja, encuentra hoy su realización ante ustedes.


El H. 20 ayuntamiento, a través del Instituto Municipal de Arte y Cultura, ha dado nueva vida a la Casa de Cultura Playas, Cortijo San José, y en el marco del renacimiento de esta tan preciada institución que tiene hoy el cariño, el apoyo y la participación de los vecinos de la Delegación Municipal, no podía faltar un texto en el que se guardara el testimonio de quienes han hecho realidad ésta etapa luminosa de la vida de Playas de Tijuana, es decir sus residentes, quienes con sus propias palabras plasmaron en este libro, sus experiencias y dorados recuerdos.

En este libro encontrará el lector nombres, fechas, lugares y hechos. Algunos sólo de interés para los familiares y amigos. Otros, de interés para todos. Cosas que no sabíamos o que suponíamos de otra manera. El recuerdo de una declaración amorosa en la playa o en el parque. Una cena romántica en un restaurante a la orilla del mar. La visita de la Madre Teresa de Calcuta que llenó la plaza Monumental. Una corrida de toros en que se indultó a un bravo y bello toro. Las charreadas del Cortijo de San José. Las campañas para edificar los templos o las escuelas. Los juegos de pelota con los niños que ahora son adultos. Nuestros amigos de la infancia. Los primeros noviazgos. Los ahora lejanos tiempos de estudios, cuando se iniciaron aquellas escuelas o universidades que ahora cuentan con tradición y prestigio. Las bodas en la iglesia católica o en los templos cristianos.

Los muchos personajes del arte, la política, el periodismo, la radiodifusión, las empresas, los deportes, en fin gente conocida y popular, algunas de ellas a nivel nacional y hasta internacional; que fueron, que han sido y siguen siendo nuestros vecinos. Crónicas del diario acontecer o acontecimientos inusitados, únicos e irrepetibles; La ballena varada en la playa, el tiburón avistado cerca de los bañistas, el joven rescatado por los salvavidas, la defensa de la ecología y la seguridad del fraccionamiento, los delegados buenos y otros que no lo fueron tanto, nuestra Casa de Cultura, nuestros desfiles, las exhibiciones de carros, el antiguo y monumental Nacimiento que todos los años montaba la empresa Urbanizadora de Tijuana, S. A., que entonces era la que administraba el fraccionamiento y el cual atraía a tanta gente, incluso, hasta de otras ciudades; y la belleza de sus parques y jardines ahora mutilados por administraciones pasadas, los acontecimientos y lo cotidiano, y sobre todo, la presencia de nuestros familiares y amigos. Los que están con nosotros y los que se fueron antes y que nos dejaron su recuerdo y su cariño.

La contemplación de una puesta de sol, espectáculo único, mágico y gratuito que podemos disfrutar casi todos los días. Los torneos de surfing, las lunadas, las fiestas parroquiales y las fiestas patrias, en fin, recuerdos que hacen volver a vivir y dejan constancia de que la vida en este lugar, en este rincón de la patria, se realiza plenamente y en la convivencia con nuestros familiares y amigos.

¡Qué gran idea! de las autoridades municipales y de la Coordinación de la Casa de la Cultura de Playas, en medio de todos sus aciertos, uno más, tener la iniciativa de publicar un libro que deje constancia de nuestro paso por la vida en este hermoso lugar que es Playas de Tijuana.


Mario Ortiz Villacorta Lacave
Cronista de la ciudad




Tijuana historia de una ciudad fronteriza

Autores: David Piñera y Gabriel Rivera
Editorial: IMAC

Esta obra proporciona una visión panorámica de la historia de Tijuana, desde la época indígena hasta nuestros días, con base en sólidas fuentes e incorporando los avances de académicos especialistas en el pasado tijuanense, adscritos a instituciones ubicadas en Baja California, la Ciudad de México y el extranjero. Se incluye una novedosa cronología, que pone de manifiesto la interacción que se ha dado entre México y Estados Unidos, Baja California y California, Tijuana y San Diego. 



Entre los temas abordados están los pobladores aborígenes, el surgimiento de la ciudad a fines del siglo XIX, los sucesos de 1911, el impacto de la Ley Seca, el casino de Agua Caliente, las acciones cardenistas, los efectos de la Segunda Guerra Mundial, la creación del Ayuntamiento, la canalización del Río Tijuana, el desarrollo demográfico, urbano y de la industria maquiladora, registrado en las últimas décadas, así como la intensa vida cultural y educativa que está caracterizando a la ciudad. 



Se hace énfasis en la ubicación fronteriza de Tijuana, pues ello alude a su contacto directo con el país vecino y al ser espacio en el que han confluido corrientes migratorias procedentes de diversas regiones del interior, que al integrarse aquí y entrar en contacto con lo local, están gestando nuevas formas de expresión de lo mexicano. 



Por todo ello el Instituto Municipal de Arte y Cultura (IMAC), considera importante difundir la historia de la ciudad, a fin de incrementar en los tijuanenses el sentido de pertenencia.